Tras la primera entrega de Retratos hablados vino una seguidilla de mensajes inesperados y que interpreto y siento como una ola de afecto de gente que ni siquiera conozco. Recibí abrazos y saludos de personas visiblemente conmovidas; historias similares y distintas; desahogos sobre el horror de la muerte violenta de familiares y amigos; y, aunque pocas, también preguntas comprensibles pero afiladas sobre mi hermano, sobre su caso, y sobre si el Estado “de verdad se iba a poner a matar así a unos muchachos”. También yo me lo he preguntado muchas veces. Después vino una temporada de silencio personal y en […]