Como muchos saben, ayer decidí documentar en mi página web los distintos inconvenientes que tuve con Bancolombia en la recepción del dinero del crowdfunding de Fachadas bogotanas. Toda esta información la compartí en redes sociales, tal y como lo hice durante todo el proceso de producción y gestión de mi proyecto. El resultado fue contundente: muchísimas personas se solidarizaron con mi caso y, gracias a sus mensajes y a toda la presión mediática, logramos, en un día, que Bancolombia resolviera lo que había tardado meses.
Luego de dar los primeros llamados de atención, se contactaron conmigo Daniela, la Community Manager de Bancolombia, y Carolina, la estratega de redes. A ellas reporté todos los detalles del problema, envié mis datos y copia de toda la documentación que presenté en el banco el viernes pasado y que había sido rechazada. Quiero precisar que esta documentación fue la que Nicolás Ospina, músico que financió su disco a través de Indiegogo, presentó en su momento a Davivienda y que fue aceptada por ese banco para el mismo procedimiento. Además, se trata de información que Indiegogo usa normalmente para efectos legales. Con estos datos, Bancolombia prometió gestionar una respuesta para hoy a mediodía.
Esta mañana fui nuevamente contactada por la estratega de redes de Bancolombia, quien me confirmó que se había revisado el material con “las personas encargadas” y la gerente de la sucursal para desbloquear el dinero. La operación fue satisfactoria y el dinero fue desbloqueado de inmediato e ingresado a mi cuenta al cambio del día (la tasa asignada por Bancolombia fue de $3202). Sin embargo, Carolina me explicó que a veces las personas naturales “no entendíamos” que el Banco de la República debía controlar el ingreso de divisas para evitar el lavado de activos y que por eso eran tan rigurosos. Entiendo lo que ella me explicó, pero eso siempre lo tuve claro.
La resolución de mi caso deja en evidencia que a veces hace falta más voluntad que rigor.
Entiendo bien que el banco deba ser cuidadoso con la entrada de dineros desde el extranjero por estas amenazas, pero sería más efectivo estandarizar la recepción de recursos como los provenientes de un crowdfunding, que poner trabas innecesarias y desesperanzadoras.
También me queda la lección, feliz y triste a la vez, de que son más efectivas las campañas a través de redes sociales, que los conductos regulares con los que contamos los clientes de entidades financieras.
Me llena de alegría saber que tengo un grupo importante de personas que apoya, quiere y respalda mi proyecto, pero me pregunto qué habría pasado si la queja la hubiese presentado alguien que no tiene 36 mil seguidores en su cuenta de Twitter.
Así que agradezco a quienes me ayudaron en mi pequeña “cruzada”, pero espero que mi caso sirva de precedente para dar la discusión de una buena vez, pues proyectos independientes que se financian de esta forma tendremos, ojalá, para rato.
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