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Fachadas bogotanas o cuando las redes vencen lo que el Sistema no alcanza

bancolombiaComo muchos saben, ayer decidí documentar en mi página web los distintos inconvenientes que tuve con Bancolombia en la recepción del dinero del crowdfunding de Fachadas bogotanas. Toda esta información la compartí en redes sociales, tal y como lo hice durante todo el proceso de producción y gestión de mi proyecto. El resultado fue contundente: muchísimas personas se solidarizaron con mi caso y, gracias a sus mensajes y a toda la presión mediática, logramos, en un día, que Bancolombia resolviera lo que había tardado meses.

Luego de dar los primeros llamados de atención, se contactaron conmigo Daniela, la Community Manager de Bancolombia, y Carolina, la estratega de redes. A ellas reporté todos los detalles del problema, envié mis datos y copia de toda la documentación que presenté en el banco el viernes pasado y que había sido rechazada. Quiero precisar que esta documentación fue la que Nicolás Ospina, músico que financió su disco a través de Indiegogo, presentó en su momento a Davivienda y que fue aceptada por ese banco para el mismo procedimiento. Además, se trata de información que Indiegogo usa normalmente para efectos legales. Con estos datos, Bancolombia prometió gestionar una respuesta para hoy a mediodía.

Esta mañana fui nuevamente contactada por la estratega de redes de Bancolombia, quien me confirmó que se había revisado el material con “las personas encargadas” y la gerente de la sucursal para desbloquear el dinero. La operación fue satisfactoria y el dinero fue desbloqueado de inmediato e ingresado a mi cuenta al cambio del día (la tasa asignada por Bancolombia fue de $3202). Sin embargo, Carolina me explicó que a veces las personas naturales “no entendíamos” que el Banco de la República debía controlar el ingreso de divisas para evitar el lavado de activos y que por eso eran tan rigurosos. Entiendo lo que ella me explicó, pero eso siempre lo tuve claro.

La resolución de mi caso deja en evidencia que a veces hace falta más voluntad que rigor.

Entiendo bien que el banco deba ser cuidadoso con la entrada de dineros desde el extranjero por estas amenazas, pero sería más efectivo estandarizar la recepción de recursos como los provenientes de un crowdfunding, que poner trabas innecesarias y desesperanzadoras.

También me queda la lección, feliz y triste a la vez, de que son más efectivas las campañas a través de redes sociales, que los conductos regulares con los que contamos los clientes de entidades financieras.

Me llena de alegría saber que tengo un grupo importante de personas que apoya, quiere y respalda mi proyecto, pero me pregunto qué habría pasado si la queja la hubiese presentado alguien que no tiene 36 mil seguidores en su cuenta de Twitter.

Así que agradezco a quienes me ayudaron en mi pequeña “cruzada”, pero espero que mi caso sirva de precedente para dar la discusión de una buena vez, pues proyectos independientes que se financian de esta forma tendremos, ojalá, para rato.

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Fachadas bogotanas o el viacrucis de hacer crowdfunding en Colombia


bancolombia crowd
En enero de este año surgió mi proyecto Fachadas bogotanas, que en cuatro meses de trabajo diario se fue convirtiendo en la idea sólida de hacer un libro. Luego de convidar a mi amigo Fredy Ordóñez a que creara su propio sello editorial (Ediciones Milserifas) para lanzar este libro, Fredy y yo decidimos financiarlo a través de Indiegogo: una plataforma de crowdfunding o financiamiento colectivo que permite que personas interesadas en el proyecto contribuyan con dinero. En este caso, a cambio de cada contribución, nuestros colaboradores podían preordenar el libro a un precio especial y llevarse algunas recompensas adicionales como postales, afiches, originales enmarcados, etc.

Nuestra meta inicial era recaudar 8500 dólares en cuarenta días. Para nuestra alegría, no solo cumplimos la meta anticipadamente (el 25 de junio), sino que logramos recaudar más de lo presupuestado: en total 11.306 dólares. Sin duda, algo que nos enorgullece en un país sin cultura de crowdfunding y aún temeroso de las transacciones electrónicas.

Alcanzamos a hacer cuentas optimistas sobre el excedente recaudado, teniendo en cuenta el tremendo ascenso del precio del dólar; y enviamos mensajes de agradecimiento a quienes contribuyeron, bajo la consigna “sí es posible hacer proyectos independientes en Colombia”. Pero la realidad de nuestro sistema financiero nos aterrizó y nos puso en perspectiva.

No estamos preparados para hacer crowdfunding en Colombia, nuestros bancos no tienen ni idea de qué es eso.

Cerrada la campaña el 6 de julio, Indiegogo se comprometió a consignar a mi cuenta de Bancolombia el dinero recaudado, en un plazo de máximo 15 días hábiles. Cobraron sus respectivas comisiones (4 % para quienes cumplimos la meta y 3 % por transacciones bancarias), y el 15 de julio depositaron el dinero: 10.483,53 dólares.  Hacia el 20 de julio, Fredy y yo comenzamos a sospechar que el dinero ya había sido consignado, pues así lo notificaba la plataforma. Sin embargo, como el banco no reportaba nada, decidimos esperar. Y lo hicimos hasta el 5 de agosto, cuando contacté al banco para saber del dinero.

Hablé con dos funcionarias: una del banco y otra de la oficina de comercio internacional. Ambas me confirmaron que el dinero ya se encontraba en mi cuenta, pero que estaba bloqueado por el monto, así que debía acercarme a la sucursal donde abrí mi cuenta y autorizar el ingreso del dinero. Me explicaron que eventualmente me pedirían alguna documentación, pero que sería un trámite sencillo.

El martes 11 de agosto fui a la sucursal donde tengo mi cuenta (Edificio Colseguros en Bogotá) y hablé con una de las asesoras. Me preguntó la procedencia del dinero y le expliqué el proceso de crowdfunding de Fachadas bogotanas. Ahí empezó mi viacrucis: ella no entendía muy bien de qué le estaba hablando e intentó con insistencia acomodarme en alguna de las categorías de recepción de giros. Honorarios, donaciones, herencias, venta de inmuebles… Nada aplicaba porque el crowdfunding es una tipología distinta y porque, en este caso, Indiegogo es apenas un intermediario, no quien aporta el dinero.

Ninguna de las categorías establecidas por el banco se acerca a esta idea. Para ellos es inconcebible que quien envía el dinero sea eso: alguien en la mitad que facilita la logística de recaudo.

Después de mucho revisar, con la asesora acordamos que debía llevar un certificado expedido por Indiegogo, que podía ser en inglés, en el que explican que me envían ese dinero –recaudado entre muchas personas– para financiar mi libro; y que ellos son una plataforma de crowdfunding que sirven de puente entre los contribuyentes y mi proyecto. Además, la asesora verificó en el sistema y me notificó que el dinero ya no se encontraba en mi cuenta y que, por el tiempo que duró ahí, había sido devuelto a Indiegogo. O sea, debía comunicarme con ellos solicitando que volvieran a enviar el dinero. Ya por entonces el trámite no pintaba tan sencillo.

Me contacté con Indiegogo y también consulté a Nicolás Ospina, un músico que financió su disco a través de la misma plataforma y que recaudó algo más de 12 mil dólares. Nicolás me habló de su tortuoso proceso con Davivienda y de cómo lo solucionó: me dijo que imprimiera los “Términos y condiciones” de la página, pues eso equivalía a un contrato; que adjuntara el certificado que me diera Indiegogo y las copias de los correos en los que se confirma que se cumplió la meta, y que llevara eso directamente a la oficina de comercio internacional. Entretanto, Jordan, Payments Supervisor de Indiegogo, respondió por la misma línea: dijo que para efectos legales valían sus “Términos y condiciones” y que el certificado no era otra cosa que el correo que ellos enviaban confirmando la consignación del dinero para la campaña destinada. Se trata de una tabla en la que, además, se especifican las tasas cobradas en Estados Unidos. Jordan también me dijo que no tenían reporte en su banco de que hubiesen devuelto el dinero y que debía confirmar con el mío los datos exactos de la devolución para poder hacer el depósito de nuevo.

Con estos documentos, fui el pasado viernes a la oficina de comercio internacional de Bancolombia. Allí me ayudaron a radicar la solicitud, me dijeron que debía llamar a la mesa de negocios del banco para negociar la tasa de cambio (un negociar de mentiras, porque ellos ya asignan una tasa) y confirmaron que el dinero no había sido devuelto, que seguía bloqueado y que debía presentar la documentación en mi sucursal para que se hiciera el trámite debido, pues sin eso no se podía ingresar el dinero. El asunto parecía desenredarse, pero faltaba más, mucho más.

Fui a la sucursal de mi cuenta, presenté la documentación, y la asesora no entendía nada. En principio me rechazó los “Términos y condiciones” de Indiegogo porque iban en inglés. Yo repliqué que una compañera suya había dicho que eso no sería problema, pero ella no hizo caso. Luego consultó todo el proceso con otra persona y optaron por rechazar los papeles. Su explicación: que lo que llevaba precisaba qué era la plataforma, pero no por qué me enviaban el dinero. Debo precisar que ella no quiso ver todos los documentos, simplemente los rechazó y me entregó una nueva lista de requisitos.

La lista es:

  • Registro de Cámara de Comercio (o equivalente) de Indiegogo.
  • Escritura pública o documento expedido por Indiegogo que certifique el destino del dinero.
  • Carta de Indiegogo que explique su motivación para donarme el dinero.

La asesora agregó que estos documentos serían revisados por la gerente de la sucursal y un comité, y que ellos determinarían si aprobaban o no el ingreso del dinero. También me notificaron que era posible que me pidieran, luego, presentar los documentos autenticados en Estados Unidos (!!). Le pregunté qué pasaba si, definitivamente, ellos no aceptaban la documentación. Me respondió que devolverían el dinero y que no podría recibirlo por esa vía. Y punto.

Como era de suponerse, nuevamente me pedían cosas que asumían que Indiegogo me estaba donando el dinero y no que era un puente entre varios donantes y mi proyecto.

Traté de explicar las particularidades de mi caso, el por qué Indiegogo no podía enviarme una carta como la que pedían, pues eso implicaría pedirle una a los más de 300 contribuyentes. Les comenté las limitaciones de la certificación y por qué Indiegogo no podía asumir la responsabilidad del destino de ese dinero e, incluso, traté de plantear alternativas. Pero todo fue vano. Debo llevar esa documentación y sentarme a esperar que la gerente del banco entienda, sin hablar conmigo, de qué se trata todo esto.

También le expliqué a la asesora mi necesidad de solucionar este trámite con prontitud, pues nuestro compromiso era lanzar el libro este mes y, tal como ella lo planteaba, esto podía tomar días o semanas. Pero de nuevo fue vano.

Sigo a la espera de destrabar el ingreso del dinero para continuar con el proceso de edición (que supone, de entrada, unas tres o cuatro semanas para escáner, diagramación e impresión) y que está parado por la falta de dinero. Ya me comuniqué con Indiegogo para tratar de recopilar los documentos más cercanos a esto que me piden, pero es de suponer que su respuesta no se acomodará a las expectativas del banco. También me queda claro que no hay un proceso estándar para recibir dineros de crowdfunding, pues mientras Davivienda aceptó ciertos documentos, Bancolombia los rechazó.

Si a esto sumamos lo ocurrido recientemente con PayPal en Colombia, podemos decir que los discursos sobre innovación y emprendimiento y Tics e Internet son mero ‘blah, blah, blah’ en un vórtice de burocracia (cuyos únicos beneficiarios, al parecer, son las entidades financieras).

Entretanto, mientras Bancolombia celebra en redes sociales mi “empresa fachada”, en el mundo real la va dejando sin alma.

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** Actualización (25 de agosto de 2015): Después de la presión en redes, Bancolombia ya resolvió el problema. Aquí los detalles del proceso y de cómo terminó esta historia.

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La fachada bogotana 120 – Ricaurte

A esa casa, a esa cuadra, aventuro, llegó mi mamá a Bogotá, luego de dejar el campo.

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El 26 de enero de este año comencé este ejercicio de dibujo, de disciplina, de escritura, de caminatas, de fotos, de historias, de trasnochos. Y, si quisiera, podría seguir sumando palabras a esa lista, porque así mismo creció este proyecto.

Ayer, 26 de mayo, cumplí mi primera meta: recorrer Bogotá en sus 20 localidades, junto a dos municipios (Soacha y Chía) y dibujar a diario una fachada bogotana durante cuatro meses. Hoy no solo tengo 120 fachadas, sino la idea de un libro, esta página web y muchas otras cosas que son y serán, en buena parte, gracias a ustedes.

Seguiré dibujando, seguiré trabajando en este proyecto, no solo hasta que salga el libro, sino lo que fluya.

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El día 1, tal vez sin querer, improvisé una fachada de Santa Fe, el barrio donde creció mi hermano, donde vivió mi mamá, donde aún quedan rastros de mi familia materna. Hoy culmino la primera fase de este ejercicio con la fachada 120, Ricaurte, con esa cuadra que cerraban cada diciembre para celebrar navidad, y en la que solo puedo recordar a mi madre bailando –tal vez flotando– La paloma guarumera.

Final fachada

Ahora comienza la fase de hacer realidad el libro y, de paso, de que Fredy (@milserifas) lleve a buen puerto su proyecto de crear una editorial. Ambos proyectos necesitan de su contribución y sé que entre todos lo haremos posible (ahora comienzo a entonar cánticos como Mockus).

Para cerrar este discurso premios Oscar, quiero agradecer el trabajo de toda “la empresa fachada”, de quienes me acompañaron en cada recorrido o me sugirieron lugares, bibliografía y tantas otras cosas.

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“Me conformo con que alguien sienta y su corazón lata de otro modo. […] El corazón tiene derecho a una sorpresa’’ (Juan Villoro).

 

 

 

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La fachada más difícil: retroceder, nunca rendirse jamás VI

Pablo VI fue un barrio difícil de capturar, incluso desde la fotografía, por sus edificios anchos.

Intenté dibujar este barrio, como su nombre, seis veces; e incluso el resultado final, que logré luego de un gran trasnocho, a las 4 de la madrugada, no me satisfizo del todo.

La ilustración definitiva puede engañar porque en realidad no parece tan complicada. Pero, como ven en los borradores, tuve muchos inconvenientes con el tamaño, las perspectivas, la proporción exacta de sus ventanas –cuya forma es muy característica de estos conjuntos– e, incluso, con los materiales (por entonces no usaba los rotuladores Touch, que dan un efecto acuarela, sino los Pitt de Faber Castell, que dan un trazo más burdo y cargado y que manchan con la tinta de la silueta).

Con ustedes: el proceso, la perseverancia, y el resultado final.

La_mas_dificil

05_03 Pablo VI

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Qué es Fachadas bogotanas para…

Para el dueño del letrero: mi papá

por Carlos León (@casadeherrero_)

Fachadas bogotanas es un libro que llega con el dibujo y la pluma a la realidad sin maquillajes de nuestros hogares. También es un proyecto que será una realidad  gracias al afecto, comprensión y aporte de aquellos que vivimos en esas fachadas, que siguen siendo puntos de referencia, queramos o no, de la niñez, de una parte de nuestras vidas en ellas, de las evocaciones de diversa índole.

No paso desapercibido en este comentario el apoyo de los tuiteros que siguen acompañando a cucharitadepalo, porque “en casa de herrero” el agradecimiento no es de azadón de palo, sino de afecto y reconocimiento a los diversos gestores que hicieron realidad, y no una utopía, un bonito proyecto. Las cosas no valen por el tiempo que duran sino por las huellas que dejan. Gracias.

Para la gata artista

Por Malena

Aiefieh i hufwehfuhewu uiefhewgfubcccbbuiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu ifehfuewf ueifuefuewfuewbvuufe hfeifhwehfiehilehfhufezzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz uehfuehfuehfuhef hfeifhuewhfu ewhuifewhlfu hui fhuewhfuiewhufihhuhhuhhuhhuhhuhuhuhuhuuhuhuh miauuu.

Para el editor y líder espiritual de la empresa fachada

por Fredy Ordóñez (@milserifas)

Fachadas bogotanas es la oportunidad de recorrer Bogotá con otros ojos, de vivirla con otros recuerdos. Es un punto de encuentro, el lugar al que podemos acudir después de un desastre para encontrarnos y reconocernos.

Es la oportunidad de reconciliarse con  esta ciudad, tan multitudinariamente abandonada por sus habitantes.

Es el privilegio de ser testigo del inicio de un proyecto, y tener el placer de verlo expandirse, acaso como la ciudad, y tocar la puerta del corazón de muchas personas.

Es, también, el resultado de descubrir que entre Liz y yo tenemos impresiones similares sobre infinidad de asuntos, y que, aun en los casos en que lo que pensamos o sentimos dista, esta distancia nunca es insalvable, y somos capaces de comprender el punto de vista del otro. Así, este proyecto es también un cruce de caminos, donde es posible descifrarnos mejor, apoyarnos en lo que nos gusta, entendernos cada vez más.

Para el diseñador samurai 

por Juan Pablo Salamanca (@imagologo)

Fachadas bogotanas es el resultado de un trabajo paciente y detallado que nos devuelve la mirada sobre una ciudad de ensoñaciones y recuerdos. Nos presenta una carga de ilustraciones que cuentan muchas historias en diferentes tiempos y desde diversos lugares.

Recorrer la ciudad, acompañando a ratos el ritmo taciturno de Lizeth en esta tarea, detenerse en las formas, en las anécdotas, en las razones y sinsentidos del habitar bogotano, ha marcado de manera reciente mi idea de ciudad. Es algo que realmente vale la pena hacer, pues he vuelto a muchos espacios de mi adentro que andaban un poco olvidados. Tuve la oportunidad de regresar a mi casa de infancia, que no visitaba hacía más de 35 años, y lo que encontré me dejó sin palabras. Para eso son las imágenes de fachadas, creo que pueden decir todas aquellas cosas que veníamos olvidando y curan muchos de los males que aquejan la mirada contemporánea.

Para el paciente realizador audiovisual

por Juan David Ortiz (@elcuentador)

Para mí Fachadas bogotanas es retratar y hacer memoria de Bogotá para bogotanos, es leer la ciudad a través del tiempo y escuchar sus historias, es evocar olores, sonidos e imágenes. Fachadas bogotanas es liberarse y amar a Bogotá de una forma productiva. También es comer rico, conocer gente y darle un merecido espacio personal a mi vocación.

Para un amigo interesado

por Mauricio Barrantes (@mauriciobch)

Fachadas bogotanas ha sido la oportunidad de reconocer desde lo visual el espacio en el que vivimos y que muchas veces pasa desapercibido. Además, como es una idea de una persona tan cercana, me sirve de inspiración para creer en que lo que se hace con pasión y desde adentro tiene resultados que dejan huellas en los demás. Aunque, claro, tampoco olvido que es un recurso potencial para aprovechar la fama ajena de cucharita y sacar provecho de estos 10 años a su lado. Quien quita que su talento nos llene de gracia, trabajo y dinero a sus más cercanos amigos.

Para un boricua bestial

por Christian Ibarra (@Ibarrismos)

Fachadas bogotanas es la forma en que una mujer pequeñita y de ojos muy grandes –muy miopes– halló su lugar en el mundo, a saber: Bogotá. Inquieta su proyecto porque nadie que asista a sus fachadas logra salir ileso. Imposible observar sus dibujos, la belleza que acontece en ellos, sin la tentación de mudarse a la página. Y a su promesa abierta de casas, balcones y callejuelas empinadas. Otra ciudad que sin embargo es o ha sido la de todos.

Importa poco no ser bogotano, como es mi caso. Pero importa, aventuro, muchísimo ser bogotano. Puede que en esa naturaleza anfibia la infancia despierte de su sueño. Y algo sobreviva gracias al trazo de la dibujante. Una bofetada que arremete con una delicadeza extraña y difícil. Se trata, en todo caso, de un proyecto que propone una manera distinta del latir. Ya lo dijo Villoro: «El corazón tiene derecho a una sorpresa».

Para un troll

por eltroll9517

Fachadas bogotanas es una pérdida de tiempo y un engaño de esa tal cucharita para llamar la atención y enriquecerse. La vdd qué proyecto tan IDIOTA y QUÉ SPAM TAN JARTO. Además la vieja ni siquiera sabe dibujar, todo le queda chueco. De vdd qué falta de respeto con los que de vdd se dedican a eso. Olvídese de que le voy a comprar su libro, ¡VIEJA DESOCUPADA CASTROCHAVISTA!

 

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FAQ

Todo lo que siempre quisiste saber sobre Fachadas bogotanas y que Discovery Channel nunca te quiso mostrar.

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¿De dónde surgió la idea de dibujar fachadas bogotanas?

Fue sugerencia de mi amigo Fredy, creador de Ediciones Milserifas, la editorial oficial del libro. Para más detalles, te recomendamos visitar el video oficial de la plataforma de crowdfunding.

¿Qué materiales usas para dibujar una fachada bogotana?

La mayoría de mis útiles son traídos desde Japón por enanos filipinos a través de rutas milenarias. Para trazar las siluetas uso el famoso bolígrafo Pilot 0.4, tinta gel, punta de aguja [que debo siempre pedir a mis redes de contacto mercantil en el extranjero, porque ni siquiera piensan en nosotros en Japón pon]; y para los colores uso rotuladores Touch y Copic acuarelables [están hechos a base de alcohol, doble punta-doble color, y una de ellas funciona tal cual como un pincel con acuarela]. A veces mezclo cosas y uso algunos Sharpie y rotuladores Pitt Faber Castell, aunque lo hago con mesura por lo cargado de su trazo. La libreta es una producción de Ricardo Corazón de Papel, de 17×12, en papel Capuccino de 70 g.

Kit

¿Cómo es el proceso de elaboración de una fachada bogotana? ¿Dibujas en el sitio?

Las condiciones climáticas y de seguridad en Bogotá me impiden, lamentablemente, dibujar en el sitio. Visito los barrios, la mayoría de las veces acompañada por alguien de la zona. Allí hago largas caminatas y tomo fotografías, desde el celular, de las fachadas que más me interesan. Dadas las limitaciones de la cámara del teléfono, a veces puedo tomar fachadas muy grandes en tres o más fotografías distintas, que después ensamblo en el dibujo. Terminada mi cazería, me voy a cualquier café, panadería o tienda a dibujar alguna de las fachadas capturadas. El proceso en general es muy itinerante, aunque a veces dibujo en mi casa. Cuando eso ocurre me apoyo en algunas imágenes de Google Maps que complementan las que ya tomo en términos de perspectivas o detalles que el celular no logra captar. Eso sí, nunca dibujo un sitio que no haya visitado.

¿Cómo eliges una fachada?

Los criterios son muy diversos. Me interesa, sobre todo, que sean fachadas domésticas y no tan emblemáticas. He hecho un par muy conocidas, aunque más como ejercicio. Puedo seleccionar una fachada porque resulta representativa para el estilo del sector, por sus colores y formas, porque es rara, porque tiene alguna particularidad o, incluso, por su historia y lo que significa para quienes me acompañan en los recorridos.

¿Cuánto te demoras haciendo una fachada?

En promedio, hora y media, dos horas. Sin embargo, depende mucho de la fachada. Hice algunos ejercicios de fachadas exprés en no más de 15-20 minutos y pasé noches en vela repitiendo una y otra vez fachadas que me resultaban complicadas.

¿Cuál ha sido la fachada más difícil de hacer?

Parecerá rarísimo, pero ya no quiero recordar todas las veces que repetí la de Pablo VI sin que lograra quedar del todo satisfecha. Para más detalles de este proceso, te invitamos a leer “La fachada más difícil: retroceder, nunca rendirse jamás VI”.

05_03 Pablo VI

¿Qué cosas raras te han ocurrido visitando los sitios?

En general, nada que temer. Me sacaron un par de veces de algunas zonas por tomar fotos. En el hospital San Carlos, por el Country Sur, me retuvieron un tiempo junto a Santiago Reyes, mi acompañante, por las fotos; en el barrio El Morisco, al que fui con Andrés Correa, nos siguió un señor en bicicleta y nos detuvo para preguntarnos al detalle y con desconfianza por lo mismo; y así en muchos otros sitios. No he tenido mayores inconvenientes de seguridad y, por el contrario, me he encontrado en general con gente amable y que me cuenta historias.

¿Cómo eliges los barrios que visitas?

Al igual que con las fachadas, los criterios son muy diversos. Mi meta clara fue visitar las 20 localidades de Bogotá más dos municipios [Soacha y Chía]. Con esa idea, visité barrios según las ofertas de recorridos que me hacía la gente a través de Twitter y ya luego fui priorizando y gestionando esas visitas según el tamaño de las localidades y qué tanto había visitado y dibujado de la zona.

¿Hasta cuándo piensas seguir dibujando fachadas bogotanas?

Mi meta inicial para el libro fue dibujar a diario por cuatro meses, del 26 de enero al 26 de mayo. Pese a que ya cumplí esa fase, quiero seguir con la rutina hasta que salga a la luz el libro, aunque las ilustraciones de esta nueva fase ya no clasifiquen para él.

¿Puedo sugerir alguna fachada?

Por supuesto. En esta segunda fase me interesa darles gusto y dibujar las fachadas que me vayan proponiendo. Basta que me envíen una foto con una buena toma de la fachada y que procuren indicarme la dirección del lugar para, en lo posible, visitar la zona.

¿Es verdad que quien dibuja las fachadas es Malena, tu gata?

Así es. Por eso, esto es una empresa fachada.

Pintora

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El Mochuelo

(Localidad de Ciudad Bolívar)

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–Mi abuela tenía tan cerquita la basura, que a esto ya no le llamaban Mochuelo sino “Villa mosquito”. Cuando estalló el relleno Doña Juana sentimos un bombazo hasta abajo, por Santa Librada.

–Uy, sí, por Madelena también lo sentimos. Luego vino el olor más nauseabundo de mi vida, como a cebolla picha. Ahora vivo lejos, pero a veces todavía en mi olfato lo recuerdo.

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Marruecos

(Localidad de Rafael Uribe Uribe)

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A comienzos de 1990 volvimos a tener casa propia en un rincón del Rincón de los Molinos. La casa no era una casa sino un apartamento de tres habitaciones y dos pisos que parecían tres. En la ventana de lo alto de nuestro rincón desfilaban “Angelito 2000”, “Angelito 2001”, “Virgen de las luces”, “Santa Bengala” y otras tantas polvorerías del barrio Marruecos. Un día estalló “Angelito 2000”. El divino totazo fue tan tremendo que pensamos que era una bomba de Pablo Escobar.

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Las Aguas

(Localidad de La Candelaria)

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Después de que mi papá perdió la casa de la 72, nos fuimos a Las Aguas, a la casa del papel. El lugar estaba todo lleno de cuartos con rollos gigantescos de celulosa que entraban y sacaban rumbo a El Espectador. Con Lilia e Isabel jugábamos a corretearnos y a escondernos por entre el papel extendido al sol como la ropa, hasta que llegaba mi papá y con su gentil formalidad nos regañaba.