Ilustración

El 50 % de mi infancia lo pasé dibujando y pegando stickers en cuadernos coloreables que mi papá me regalaba. Durante los cuatro años que estuve en el jardín dibujé a diario y llegué a tener carpetas con millares de esos dibujos tempranos, engalanadas en su tapa con otros que hacía mi papá con maestría ganada a pulso. Luego de algunos años de crisis creativa, a los 8 gané mi primer y único concurso de dibujo. Seguí dibujando en mi adolescencia, especialmente sobre fotocopias de la universidad, no sin antes tener una brillante carrera como caricaturista colegial, que me significó algunos ahorros extra y un anecdotario.

No estudié arte ni diseño y nunca recibí clases formales de dibujo. Lo que sé lo aprendí observando el mundo, cualidad amplificada en nosotros los miopes. No sé en qué momento dejé de dibujar, pero sí que volví a hacerlo hace algunos años impulsada por la emoción de un viaje y un amor.

Mi primer acercamiento profesional a la ilustración fue mi proyecto Fachadas bogotanas: prueba de que puedo ser bruta, pero disciplinada. Gracias a él no solo publiqué un libro, sino que fui artista seleccionada de la Feria del Millón 2015. También he expuesto mi obra en el Teatro Galería Cafam de Bellas Artes (2016), en la Cumbre Mundial de Alcaldes y Líderes Internacionales, organizada en Corferias (2016), y en la Galería Maga de Pereira (2019).

En 2017 publiqué mi libro de ilustración Alfabeto bogotano (Ediciones Milserifas), además de varias series de dibujos sobre Bogotá, la ciudad más milagrosa que conozco.

Gracias a mi obstinación, he desarrollado una pequeña carrera como ilustradora. He trabajado para organismos como el CINEP, MinTic y la International Land Coalition, y marcas como Davivienda y Cine Colombia. Todavía estoy aprendiendo y respeto muchísimo a quienes tienen una larga trayectoria en este medio.

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